“Yo hago nuevas todas las cosas”

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5).

La destrucción de la Babilonia del tiempo del fin es una mala noticia para quienes colaboraron con este sistema religioso apóstata. No obstante, para el pueblo de Dios es una buena noticia (Apoc. 19:1-7). Babilonia es la responsable de inducir a los poderes políticos seculares a perseguir al pueblo de Dios y hacerle daño (Apoc. 18:24). La destrucción de este gran adversario significa liberación y salvación.

Con la destrucción de Babilonia, la oración del pueblo de Dios, en la escena del quinto sello, finalmente recibe respuesta. El grito: “¿Hasta cuándo, Señor?” representa el clamor de los oprimidos y sufrientes de Dios desde Abel hasta el momento en que Dios finalmente vindique a su pueblo (Sal. 79:5Hab. 1:2Dan. 12:67). El libro de Apocalipsis le garantiza al pueblo de Dios que el mal, la opresión y el sufrimiento llegarán a su fin.

Llegó la hora de que Cristo marque el inicio de su reino eterno. Los capítulos restantes del Apocalipsis no solo describen la destrucción de la Babilonia del tiempo del fin, sino también la destrucción de Satanás y de todo el mal. También vislumbramos la instauración del reino eterno de Dios.

El libro de Apocalipsis concluye con lo presentado al comienzo: la segunda venida de Cristo con poder y gloria y el establecimiento del reino eterno de Dios. La venida de Cristo, cuando finalmente se unirá a su novia, es el punto culminante del libro.

Sin embargo, el libro no quiere poner estos acontecimientos en un contexto poco realista. El hecho de que Jesús viene pronto es la primera realidad. La segunda realidad es que todavía estamos aquí esperando su venida. Mientras esperamos, debemos tener una comprensión clara de los mensajes del Apocalipsis, y podemos lograrlo si lo leemos vez tras vez hasta que llegue el fin de todas las cosas. Los mensajes del libro de Apocalipsis nos recuerdan constantemente, mientras esperamos, que no debemos enfocarnos en las cosas del mundo, sino fijar nuestra vista en Aquel que es nuestra única esperanza. El Cristo del Apocalipsis es la respuesta a todas las esperanzas y los anhelos de la humanidad en medio de los enigmas y las incertidumbres de la vida. Él tiene el futuro de este mundo y nuestro propio futuro en sus manos.

El libro también nos recuerda que antes de que llegue el fin, se nos confía la tarea de proclamar el mensaje de su pronto regreso a todo el mundo. Nuestra espera de su regreso no es pasiva, sino activa. El Espíritu y la iglesia dicen: “Ven” (Apoc. 22:17). Debemos unirnos a ese llamado. Es una buena noticia y, como tal, debemos proclamarla a los habitantes del mundo.


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