De Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos, 1 Samuel 17:47.
Era como si un gato doméstico maullara ante un león. Toda Filistea reía. Pasando de la burla a la ira, Goliat estalló en insultos. Él era invencible. Estaba cubierto con escamas de metal y llevaba armas de hierro. Jamás un dardo había penetrado su armadura, y un escudero lo ayudaba. Levantó la sección del yelmo que cubría su frente para observar mejor al suicida, y en ese momento David lanzó la piedra y le dio en la frente. Goliat se llevó las manos al rostro, tambaleó… y cayó con un estrépito de metales. Su cabeza fue trofeo para David.
Ese día Dios demostró a su pueblo que la batalla no es de los grandes ni la victoria de los fuertes, sino del que tiene fe y valor.