Todos hemos sido esclavizados por el diablo, pero Jesús ha venido a liberarnos. | Libertad
Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones, el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil, el cual vuelvo a enviarte. Filemón 10-12.
Onésimo era un esclavo. Un día, su amo Filemón conoció a Cristo, y fue liberado de la esclavitud del pecado junto con su esposa Apia, y su hijo Arquipo llegó a ser un pastor (Col. 4:17). Ahora tenían una iglesia en su casa de Colosas. Pero Onésimo siguió subyugado en cuerpo y alma. Un día el esclavo huyó, llevando consigo algunas monedas, y apareció en Roma.
Ahora Onésimo era libre, pero no tenía casa ni trabajo. Cuando se le acabó el dinero se acordó de los cristianos, aunque él no era. Buscó a uno que tenía ascendencia sobre su amo: el apóstol Pablo. El mismo apóstol que había evangelizado a Filemón engendró ahora a este hijo en la fe.
Pero los pecados deben ser confesados. Pablo envió a Onésimo a reconciliarse con Filemón. El riesgo era muy alto: el amo podía crucificarlo, echarlo al foso de los leones o al estanque de los peces voraces, las lampreas. Si decidía aplicarle un castigo menor, podía grabar en su frente con un hierro ardiente las palabras “cave furem” [cuidado, ladrón].
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Onésimo se arriesgó. Un día apareció ante Filemón y le entregó una carta de Pablo. La ley autorizaba a un amigo del amo abogar por un fugitivo. La carta decía: “Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones, el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil, el cual vuelvo a enviarte: tú, pues, recíbele como a mí mismo… Porque quizá para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre: no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado… Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo… Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré” (Fil. 10-19).
De pronto Filemón se arrojó a los brazos de Onésimo. ¡Cristo había liberado a Filemón de sus prejuicios y a Onésimo de sus temores!
Todos hemos sido esclavizados por el diablo, pero Jesús ha venido a liberarnos. Él pagó el rescate. Permite que hoy te libere de las cadenas del pecado.