“Tiempo de dificultades”

Lee Para el Estudio: Mateo 7:5Efesios 1:7Filipenses 2:4-8Efesios 4:2627Santiago 1:1920Colosenses 3:19Mateo 7:12.

Para Memorizar: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efe. 4:26).

Hasta las mejores familias pasan por momentos de lucha, de conflicto. Es solo una de las realidades de la vida en un mundo caído. Hay cosas sencillas, como a quién le toca sacar la basura, si tu hija adolescente terminó su tarea escolar o si tu hijo hizo sus quehaceres. Son cuestiones molestas pero relativamente menores, que en general pueden resolverse con un mínimo de trastorno. Pero hay otros problemas que pueden amenazar con alterar la vida familiar. Los suegros que con su abuso y manipulación amenazan con destruir el matrimonio de una mujer y su salud; el padre con una enfermedad mental que abusa de sus hijos; el hijo que deja atrás toda su educación religiosa para entregarse a un estilo de vida promiscuo; o la hija que se vuelve drogadicta.

En el Nuevo Testamento, en reiteradas ocasiones se nos dice que debemos amarnos unos a otros (Juan 13:34Rom. 12:10); vivir en paz y armonía unos con otros (Rom. 15:5Heb. 12:14); ser pacientes, amables y tiernos entre nosotros (1 Cor. 13:4); considerar a los demás como mejores que nosotros (Fil. 2:3); y ser tolerantes unos con otros (Efe. 4:2). Por supuesto, todo esto es más fácil decirlo que hacerlo, incluso con nuestros propios familiares. En esta lección, veremos algunas formas de ayudar a apaciguar los momentos de dificultades, especialmente en la familia.

“Con demasiada frecuencia, los padres no están unidos en su gobierno de la familia. El padre, que acompaña muy poco a sus hijos, e ignora las peculiaridades de su disposición y temperamento, es duro y severo. No domina su genio, sino que corrige con enojo. El niño lo sabe, y en vez de subyugarlo el castigo lo llena de ira. La madre pasa por alto en una ocasión faltas que castigará severamente en otra. Los niños no saben nunca qué esperar, y se sienten tentados a ver hasta dónde pueden transgredir con impunidad. Así se siembran malas semillas que brotarán y darán fruto” (HC 283).

“El hogar ha de ser el centro del afecto más puro y elevado. Cada día debe fomentarse con perseverancia la paz, la armonía, el afecto y la felicidad, hasta que estos bienes preciosos moren en el corazón de los que componen la familia. La planta del amor debe nutrirse cuidadosamente; de lo contrario morirá. Todo principio bueno debe ser cultivado si queremos que florezca en el alma. Debe ser desarraigado todo lo que Satanás planta en el corazón: la envidia, los celos, las malas sospechas, la maledicencia, la impaciencia, el prejuicio, el egoísmo, la codicia y la vanidad. Si se permite que permanezcan estos malos rasgos en el alma, darán frutos que contaminarán a muchos.

¡Oh, cuántos cultivan las plantas venenosas que matan los frutos preciosos del amor y contaminan el alma!” (HC 174, 175).


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