SERVICIO | ANTES QUE TE FORMASE EN EL VIENTRE TE CONOCÍ.

Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. Jeremías 1:7.

Entre los jóvenes destacados de la historia de la salvación está el profeta Jeremías. Dios lo llamó cuando era muy joven. Jeremías confiesa:

“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” (Jer. 1:4-7).

Jeremías profetizó en los días de cinco reyes: Josias, Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías. Eran tiempos malos. El pueblo de Judá se había corrompido. Miqueas dijo lo que Dios esperaba de ellos: “hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8). Pero los últimos cuatro reyes de Judá se corrompieron. Menospreciaron la reforma religiosa de Jo- sías, adoraron ídolos en sus casas y en el templo, y así ofendieron a Dios. Abusaron de los pobres, vendieron la justicia, se volvieron disolutos. Dios tuvo que castigarlos.

Habacuc le preguntó respecto a qué correctivo usaría Dios para castigar a Judá, y él respondió que los ejércitos caldeos: Jerusalén caería en manos de Nabucodonosor, gran parte de la población sería deportada a Babilonia, el templo sería destruido y la ciudad quemada.

Jeremías tuvo que decirle al pueblo y a los reyes lo que Dios había determinado. Se lo dijo a los reyes y lo acusaron de desanimar al pueblo que defendía la ciudad. Fue injuriado, azotado, puesto en el cepo y en una cisterna, pero Jeremías permaneció firme, y todo sucedió como había dicho: Joacim fue asesinado, Joaquín fue deportado, a Sedequías le sacaron los ojos, y lo último que vio fue la ejecución de sus hijos.

Jeremías es conocido como “el profeta del llanto”, pues lloró mucho al ver la degradación de su pueblo, la terquedad de sus reyes y la destrucción de Jerusalén y el templo. Dios le dio a este joven un valor a toda prueba. Se enfrentó a reyes y sacerdotes malvados, y no le tembló la voz para denunciar el pecado.

Cuando Dios te dé un ministerio, sírvele sin temor al hombre, porque su Espíritu te infundirá valor.

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