“Perdón” | UN REGALO QUE EL OFENDIDO HACE AL OFENSOR |

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Lucas 23:34.

El perdón es divino. Es lo que distingue al cristianismo de otras religiones. El perdón es un regalo que el ofendido hace al ofensor. Jesús predicó y modeló el perdón. Hizo de este recurso el medio de reconciliación. No menospreció el principio de justicia, lo amalgamó con su gracia: el favor inmerecido de Dios al hombre que lo ofendió.
Jesús legisló sobre el perdón en base al perdón divino. Si Dios me perdonó, yo debo perdonar a quien me ofende (Mat. 6:12). El cristianismo no es solo una religión de sublimes doctrinas, es, ante todo, una religión práctica. Jesús mandó a sus seguidores a perdonar porque él perdonaba. Cuando sufrió la peor ofensa, el Maestro se aplicó a sí mismo el examen de su ideario, y perdonó a los que lo mataban.
No los vio como adversarios sino como instrumentos del poder romano. La brutal acción de aquellos hombres curtidos en la guerra que solo cumplían su deber militar, inspiró la primera acción sacerdotal del Mártir del Gólgota. Ellos eran culpables, pero Jesús, como buen Abogado, intentaba atenuar su culpa. Y dijo al Juez del universo: “No saben lo que hacen” (Luc. 23:34).
Ellos sabían que estaban matando a un hombre. Sabían que se trataba de un hombre bueno, pues no se comportaba como los hombres comunes, desafiantes o cobardes. No, él se mantenía sereno, como cordero en manos del que lo hiere. No se quejaba. No insultaba. No imploraba a los dioses la justa venganza. Eso lo sabían bien los soldados. Lo que no sabían es que estaban matando a Dios. Porque solo Dios pues devolver bien por mal. Solo Dios quiere dar vida cuando le dan muerte.
No sabían que estaban matando a Dios. Buen argumento para el Abogado.
Dios escuchó la intercesión de su Hijo, y el Espíritu Santo creó convicción en uno de ellos, quien lo reconoció como Hijo de Dios. El jefe de los soldados dejó de burlarse del Reo. Aquel centurión romano, quien llegara al Calvario como súbdito de Satanás, se rindió ante el Mártir divino y gritó su convicción: “Verdaderamente este era el Hijo de Dios” (Mat. 27:54).
¿Quieres ennoblecer tu alma? Perdona a quien te ofende.

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