“Milagro” | A TI TE DIGO, LEVÁNTATE.

Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba. Marcos 5:41,42.

La hija de Jairo, uno de los dirigentes de la sinagoga de Capernaum, estaba en agonía, y los médicos ya no podían ayudarla. Pero ese día Jesús llegó a la ciudad y Jairo salió a buscarlo. Lo encontró en medio de una multitud. Jairo se abrió paso, llegó ante el Maestro, y le pidió ayuda. Jesús se dirigió hacia la casa de Jairo, pero la gente se interponía.
De pronto, unos enviados de la familia llegaron corriendo y le dijeron al atribulado padre: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” (Mar. 5:35). Jairo sintió el impacto de la noticia. Su rostro se demudó. Jesús lo miró a los ojos y vio en ellos la inmensidad de su tristeza. Jairo miró a los ojos del Maestro y vio en ellos la inmensidad de su omnipotencia, entonces escuchó las palabras que resumen la fe: “No temas, cree solamente” (vers. 36).
Jairo y Jesús se apresuraron hacia la casa, y comprobaron que la niña había muerto. Las plañideras lloraban, la madre gemía presa de insondable pesar, los músicos interpretaban una melodía fúnebre y los vecinos rodeaban la casa. Pero Jesús desafió a la adversidad. “Al entrar Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto, les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme”. Bajo el peso del misterio de la muerte, a la gente se le olvidó que Jesús es la vida, “y se burlaban de él” (Mat. 9:23,24).

Junto con los padres de la niña, y Pedro, Santiago y Juan, Jesús entró en la habitación. La niña parecía dormir, pero su rostro lívido denotaba la realidad. Jesús se acercó a ella, la tomó de la mano y le dijo con gran ternura: “Niña, a ti te digo, levántate” (Mar. 5:41). Al instante, “un temblor pasó por el cuerpo inconsciente. El pulso de la vida volvió a latir. Los labios se entreabrieron con una sonrisa. Los ojos se abrieron como si ella despertase del sueño, y la niña miró con asombro al grupo que la rodeaba. Se levantó, y sus padres la estrecharon en sus brazos llorando de alegría”—DTG 311.
Muy pronto, Jesús volverá y le dirá a cada uno de nuestros muertos: “A ti te digo, levántate”. Y ellos se levantarán.


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