Las familias también necesitan de la Fe

PARA MEMORIZAR: “Por tanto […] corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:12).
No importa en qué etapa de la vida estemos, ni nuestras experiencias pasadas ni lo que nos depare el futuro: existimos en el contexto de la cultura. Nuestros padres, nuestros hijos, nuestro hogar, nuestra familia, incluso nuestra iglesia, todos se ven afectados por la cultura en la que existen, y en forma notable, además.
Las familias cristianas enfrentan desafíos culturales todo el tiempo. A veces las influencias culturales pueden ser buenas; sin embargo, la mayoría de las veces la influencia es negativa.
Lo bueno es que el poder del evangelio nos da luz, consuelo y fortaleza para enfrentar los desafíos que la cultura pueda ocasionar. Esta semana veremos cómo podemos ser “familias de fe”, mientras procuramos ser “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Fil. 2:15).
“La religión de Cristo eleva al que la recibe a un nivel superior de pensamiento y acción, al mismo tiempo que presenta a toda la especie humana como igual objeto del amor de Dios, habiendo sido comprada por el sacrificio de su Hijo. A los pies de Jesús, los ricos y los pobres, los sabios y los ignorantes se encuentran, sin diferencia de casta o de preeminencia mundanal. Todas las distinciones terrenas son olvidadas cuando consideramos al Ser que traspasaron nuestros pecados. La abnegación, la condescendencia, la compasión infinita del Ser que está muy ensalzado en el cielo avergüenzan el orgullo de los hombres, su estima propia y sus castas sociales. La religión pura y sin mácula manifiesta sus principios celestiales al unir a todos los que son santificados por la verdad. Todos se reúnen como almas compradas por sangre, igualmente dependientes del Ser que las redimió para Dios” (OE 345).

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