“La unidad en la adoración”

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:67).

Poco después del día de Pentecostés, los primeros cristianos pasaban gran parte de su tiempo en adoración. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hech. 2:42). La alegría que sentían de saber que Jesús era el Mesías, el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, llenaba su corazón de acción de gracias y gratitud a Dios. Qué privilegio conocer esta verdad maravillosa. Estos primeros cristianos sentían la necesidad de reunirse para dedicar tiempo a la comunión, el estudio y la oración; para agradecerle a Dios por revelarse mediante la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, y por lo que había hecho en su vida.

La iglesia de Jesucristo es, por definición, una comunidad de adoración, creada por Dios para ser “casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Ped. 2:5). La gratitud a Dios expresada en la adoración comunitaria transforma el corazón y la mente de las personas según el carácter de Dios y las prepara para el servicio.

La lección de esta semana se enfoca en el significado de la adoración y en cómo conservar la unidad entre los creyentes en Jesús.

“Alabad a Dios”, Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 295-298; “Un signo de grandeza”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 116-128.

“ ‘La importancia del séptimo día, como institución conmemorativa de la Creación, consiste en que nos recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios’: porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. ‘Por consiguiente, el séptimo día forma parte del fundamento mismo de la adoración divina, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero motivo de la adoración divina -no solo la que se tributa en el séptimo día, sino de toda adoración- reside en la distinción entre el Creador y sus criaturas. Este hecho capital jamás llegará a ser obsoleto y jamás deber ser olvidado’ (J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27). Fue para que esta verdad jamás se borrara de la mente de los hombres que Dios instituyó el septimo dia en el Edén; y, mientras el ser él nuestro Creador siga siendo motivo para que lo adoremos, el sábado seguirá siendo su señal y monumento. Si el sábado se hubiese observado universalmente, los pensamientos y las inclinaciones de los hombres se habrían dirigido hacia el Creador como objeto de reverencia y adoración, y jamás habría habido un idolatra, un ateo o un infiel. La observancia del séptimo día es una señal de lealtad al Dios verdadero, ‘que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua’. De esto se desprende que el mensaje que manda a los hombres adorar a Dios y guardar sus mandamientos los ha de invitar especialmente a observar el cuarto Mandamiento” (CS 433).

Resumen: La adoración es la respuesta agradecida del creyente cristiano a Dios por su don de la salvación. También es un elemento esencial de la experiencia de unidad y confraternidad de la comunidad cristiana. Sin oración ni estudio de la Biblia en un deseo de conocer la unidad en Cristo.


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