Justicia

Y Tamar su nuera le parió a Fares y a Zara, 1 Crónicas 2:4.

Tamar era una muchacha esbelta y agraciada, de talle breve y dulce sonrisa. Su nombre significa “palmera”. Un día conoció a un joven mestizo que se llamaba Er, hijo de una cananea y del hebreo Judá, avecindado en Canaán, y lo amó.

Dios le había dicho a Abraham, fundador del clan: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). El Redentor llevaría su sangre. Un linaje tan selecto tenía que ser preservado. El próximo varón podía ser el Mesías.

Judá sabía que la genética jugaba a su favor. Su padre Jacob engendró doce varones: pronto arrullaría nietos. Pero Er era malo, y murió sin hijos (Gén. 38:7). Esto era grave. Todos los hombres debían tener descendencia. Un día, de algún hebreo nacería el Mesías.

Por ley, Tamar fue dada a su cuñado Onán. Según la ley, la viuda de un hombre que no dejó hijos debía casarse con su cuñado, para que el primer hijo de esa nueva relación fungiera como hijo del difunto. El primer varón engendrado por Onán sería llamado primogénito de Er, para perpetuar su linaje. Onán gozó la mujer que fue de su hermano, pero no le dio hijos. Cuando copulaban, él vertía el semen en la tierra. A Dios no le agradó la acción hedonista y egoísta de Onán, y le quitó la vida (vers. 8-10).

Entonces Judá se vio en un dilema. Podía darle su hijo menor, Sela, a esa mujer que parecía tener pacto con el sepulcro, o podía negárselo y dejar a Er sin linaje. Eligió el mal menor: le dijo que Sela era muy joven.

Desde entonces, cada vez que Tamar veía a Judá le pedía al muchacho. El nombre de Sela significa “petición”. Pero Judá se hacía el desentendido.

Un día el pueblo se alborotó: Tamar estaba encinta, y fue acusada de fornicar. El justiciero Judá gritó en plena calle: “¡Sacadla y quemadla!” (vers. 24). Esas palabras tuvieron un efecto prodigioso. Convirtieron a lo más virtuoso del pueblo en un coro infernal. Y arrastraron a Tamar.

Las cosas no estaban saliendo como Judá quería. Se había enredado en una relación con una cananea, luego casó a sus hijos con otra cananea. Y los hijos se le morían. El mundo es despiadado. No lo ames.


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