“GRACIA” NUESTRO DIOS PUEDE HACER DE TI UN GRAN MINISTRO, POR SUPUESTO MÁS MADURO Y HUMILDE, MÁS CONSAGRADA Y PRECAVIDO.

Y harás vestir a Aarón las vestiduras sagradas, y lo ungirás, y lo consagrarás, para que sea mi sacerdote. Éxodo 40:13.

Aarón arriesgó la vida por Dios en Egipto, y por el diablo ante el monte Sinaí. En Egipto fue el vocero del Todopoderoso, y en el desierto, con un becerro de oro corrompió a Israel (Éxo. 32).
Mientras Moisés conferenciaba con Dios en la cumbre del monte Horeb, algunos israelitas y egipcios, molestos y desanimados por su tardanza, le exigieron a Aarón que les hiciera dioses y los llevara de vuelta a Egipto. Al principio Aarón se opuso, pero ante el encono de los descontentos fundió las joyas del pueblo, y con ello forjó un becerro de oro en honor de Apis, el “toro sagrado” de los egipcios, y celebró en su honor un culto inmoral.
Cuando Moisés bajó del monte con la Ley en sus manos, escuchó un enorme barullo. Josué pensaba que era ruido de batalla, pero Moisés le dijo que no, era el ruido de orgía. Moisés bajó de la montaña santa y vio a su pueblo degradado, excepto la tribu de Leví, la cual no cayó en el desenfreno. Entonces mandó ejecutar a todos los disolutos.
Los levitas ejecutaron la orden. Aarón tembló. Él debía ser el primero. Pero Jesús tenía otros planes. Lo invistió sumo sacerdote de su Santuario, y lo ungió con su Espíritu. Cada año Aarón se ataviaba de sumo sacerdote, e inmerso en una nube de incienso ingresaba en el Lugar Santísimo del Santuario israelita. Allí se encontraba con el Santo de Israel.
Si Jesús le hubiera dado lo que merecía, Aarón habría muerto con los idólatras, pero Jesús no vio lo que Aarón era, sino lo que podía llegar a ser: un tipo del Sumo Pontífice del cielo. Anonadado ante tanta gracia, Aarón vivió para servir al Dios que perdona, redime y exalta.
Tal vez has sido ministro de Dios, laico o asalariado, y has caído en pecado, o te hallas fuera de la iglesia, de la que fuiste apartado. No importa. Levántate ahora mismo. Aun hay tiempo de gracia. Nuestro Dios puede hacer de ti un gran ministro, por supuesto más maduro y humilde, más consagrada y precavido.

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