“CUANDO ESTAMOS SOLOS”

Lee : Eclesiastés 4:9-12Filipenses 4:11- 131 Corintios 7:25-34Mateo 19:8Génesis 37:34Isaías 54:5.

 “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gén. 2:18).

Hace años se divulgó una historia fascinante pero dolorosa en las noticias. Encontraron muerta a una joven en su departamento. Aunque la muerte en sí ya era una tragedia, lo que agravaba la historia era que falleció diez años antes de que la encontraran. ¡Diez años! En ese momento, la pregunta que la gente se planteaba, y con razón, era: ¿Cómo puede ser que en una gran ciudad como esta, con tanta gente y con tantos medios de comunicación, haya pasado tanto tiempo sin que  nadie  supiera  que  había una mujer muerta, y siendo que no era una persona de la calle?

Aunque es extrema, esta historia es un ejemplo de la realidad: muchas personas sufren de soledad. En 2016, The New York Times publicó un artículo titulado “Los investigadores afrontan una epidemia de soledad”. El problema es real.

Desde el comienzo, como seres humanos, no estábamos destinados a estar solos. Desde el Edén en adelante, debíamos vivir en comunión con otros seres humanos, en mayor o menor grado. Por supuesto, desde la entrada del pecado nada ha sido lo mismo. Esta semana analizaremos el tema del compañerismo y de la soledad en los diversos momentos de la vida; que quizá todos nosotros hemos afrontado en algún momento. Si no pasaste por esta experiencia, puedes considerarte afortunado

“En medio de una vida de labor activa, Enoc mantuvo constantemente su comunión con Dios. Cuanto mayores y más apremiantes eran sus labores, tanto más constantes y fervientes eran sus oraciones. Él seguía excluyéndose de toda sociedad en ciertos períodos. Después de permanecer por un tiempo entre la gente, trabajando para beneficiarla por su instrucción y ejemplo, se retiraba, para pasar un tiempo en la soledad, con hambre y sed de aquel conocimiento divino que solo Dios puede impartir.

Al comulgar así con Dios, Enoc llegó a reflejar más y más la imagen divina. Su rostro irradiaba una santa luz, la luz que brilla en el rostro de Jesús. Al terminar estos períodos de comunión divina, hasta los impíos contemplaban con reverente temor el sello que el cielo había puesto sobre su rostro” (OE 53). Aunque esta historia de Enoc es alentadora y tiene algo poderoso que decir sobre aquellos que eligen pasar tiempo en soledad, muchos se enfrentan a una soledad no deseada. No quieren estar solos. Si bien es cierto que siempre podemos tener una comunión gozosa con el Señor, quien está siempre presente, a veces anhelamos la compañía humana y la camaradería. Qué importante es que, como iglesia, estemos preparados para acercarnos a aquellos que podrían estar sentados junto a nosotros cada sábado pero que están pasando por un terrible período de soledad. Al mismo tiempo, si tú estás atravesando un momento así, busca a alguien de la iglesia (o en otro lugar) en quien sientas que puedes confiar y díselo. Muchas veces, las personas no se dan cuenta por lo que está atravesando una persona con solo verla. Al menos, a algunos les resulta fácil esconderse detrás de una máscara.


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