“Cómo reconciliarse en el tiempo del fin”

Lee Para el Estudio: Malaquías 4:56Mateo 11:141517:101 Reyes 16:29-17:2418:20-45Mateo 3:2.

Para Memorizar: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4:56).

Cualquiera que sea la fase por la que atraviesa tu familia, cualquiera que sea la etapa, cualquiera que sea nuestra condición o la de nuestra familia en este momento, podemos y debemos vivir a la luz de las promesas de Dios, aferrándonos de ellas con todo nuestro corazón, alma y fuerzas, porque, en última instancia, son nuestra única esperanza. Pero ¡qué gran esperanza tenemos! La Palabra de Dios abunda en promesas; promesas que, en cualquier etapa de nuestra vida o de nuestra familia, podemos reclamar para nosotros, para nuestros seres queridos, para nuestra familia y nuestra iglesia.

Veremos algunas historias bíblicas, promesas y experiencias de varios contextos. Trataremos de extraer lecciones para nosotros hoy, cualquiera que sea nuestro contexto. Porque muy probablemente tengas dificultades, temores y preocupaciones, más allá de quién seas, del lugar donde estés y de cuál sea la fase de tu vida. Afortunadamente, adoramos a un Dios que no solo sabe lo que enfrentamos, sino también estamos seguros de que va delante de todo ello.

Lee Lucas 1:17 con oración. ¿Cómo captan nuestro mensaje estas palabras?

El Padre celestial ha vuelto el corazón de sus hijos hacia sí y ha vuelto el corazón de sus hijos entre sí mediante la Cruz de Cristo. El mensaje de Elías ruega a las familias que crean en esta noticia increíble (2 Cor. 5:18-21, comparar con Efe. 2:11-18) y que sean llenas de la gracia a medida que el Espíritu de Dios produzca una cosecha de amor en ellas.

El mundo necesita desesperadamente una demostración de cuidado abnegado, compromiso duradero y devoción inquebrantable a Dios. Por la gracia de Dios, las familias cristianas pueden ofrecer esa demostración. No obstante, debemos recordar que el mensaje que tenemos para el mundo también es para nosotros. Hasta que los principios del evangelio, de la unidad, del amor y de la abnegación no se manifiesten entre nosotros, especialmente en nuestra familia, no podremos compartir este mensaje con los demás. No alcanza con todos los sermones elocuentes, ni todas las presentaciones lógicas y bíblicas: el mundo necesita ver en nuestra vida, especialmente en nuestra vida familiar, que se manifieste el arrepentimiento, la conversión sincera, el amor y el compromiso del que predicamos. Así como Juan el Bautista tenía poder para cambiar vidas y hacer que su predicación fuese eficaz, nosotros podemos hacer lo mismo por la gracia de Dios, pero solo en la medida en que estemos dispuestos a cooperar.

Gracias a Jesús, formamos parte de la familia celestial (Efe. 3:15). Por ende, ya sea que nuestra familia esté compuesta por una persona o más, somos llamados a dar testimonio del Dios al que profesamos servir, y nada puede hacer que nuestro testimonio sea más eficaz que mostrar al mundo lo que una familia, cualquiera que sea su tamaño, puede llegar a ser mediante el poder del evangelio.

¿Qué puedes hacer, en forma especial, para mostrar a tus allegados (tu familia inmediata u otros) que los amas y te preocupas por ellos?


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