Prueba | MI SOCORRO VIENE DE JEHOVÁ. SALMO 121:2. |

Cuando Saúl se enteró de que el mismo Dios y el mismo profeta que lo ungieron rey habían ungido a David, al celo y a la envidia se agregó el miedo.

¿Cómo iba él a emparentar con el hombre al que odiaba? Le dijo a Merab: «Apresúrate y cásate con Adriel” (ver 1 Sam. 18:19). Adriel era un tipo mediocre, pero lo que menos quería Saúl ahora era yernos sobresalientes.

Merab no era la única hija de Saúl; también tenía a Mical, quien se enamoró de David. Cuando Saúl se enteró, en vez de darle a Mical por haberle negado a Merab, le cobró una insólita dote: cien prepucios de filisteos. Tenía todavía la esperanza de que los filisteos lo eliminaran. David estaba pensando en la luna de miel cuando escuchó las condiciones. Mató 200 filisteos y canjeó los prepucios por su amado trofeo.

El parentesco no apaciguó la inquina del rey. Cuando supo que Jonatán, su hijo y sucesor, había jurado amistad con David, y que lo informaba de sus intrigas, lo atacó. Intentó matar a David en la mesa de banquetes, y luego en su lecho, pero Mical ayudó a su marido.

David no quería matar al rey ni provocar una guerra civil. Respetaba el ungimiento de Saúl. Él solo quería honrar a Jehová y defender a su pueblo de la amenaza filistea. Al verse acosado, huyó al desierto. Saúl desencadenó una cruenta persecución contra David en la que murieron personas inocentes como los pobladores de Nob, una ciudad de sacerdotes donde David recibió ayuda y rescató la espada de Goliat.

Cuando se vio acorralado, David hizo algo insólito: se refugió en la tierra de Aquis, el rey filisteo de Gat, aquel a quien había privado de su mejor guerrero. Pero los servicios de inteligencia filisteos reconocieron al campeón hebreo y urgieron a Aquis a eliminarlo.

“¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿No es éste aquel a quien cantaban con danzas, diciendo: ‘Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles’?” (1 Sam. 21:11, RV15). “Esos diez miles eran nuestros hermanos y nuestros hijos”, decían los consejeros al rey de Gat.

Huyendo del león, David cayó en la boca del lobo.

¿Adonde huir cuando los hermanos de la iglesia nos persiguen? ¿A otra iglesia? Solo hay un escape. “Mi socorro viene de Jehová”.


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