El Libro del Profeta HAGEO (Festivo)

El título del libro es sencillamente el nombre del profeta que fue su autor.
Hageo, Heb. Jaggai, significa “festivo”, lo que quizá sugiere que nació en un
día de fiesta.

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 Paternidad literaria.

Hageo fue el primero de los tres profetas menores postexílicos. No se sabe nada de él más que lo que está revelado en su profecía y lo que de él se dice en el libro de Esdras (Esd. 5: 1; 6: 14). Algunos creen que era tan anciano cuando escribió las profecías de su libro, que había visto el templo anterior (vercom. Hag. 2: 3). Sin embargo, cualquiera hubiera sido el caso, Hageo puede ser considerado como un eslabón que vincula el templo antiguo con el nuevo.

Marco histórico.

Cuando Ciro el Grande derrotó a Babilonia (539 a. C.) instituyó inmediatamente una política de conciliación hacia la religión de la nación vencida, hasta el punto de mostrar deferencia al Dios babilónico Marduk. Esta política de conciliación con los sentimientos religiosos de los pueblos vencidos de su imperio se muestra en su decreto que permitía el regreso de los judíos y la reconstrucción del templo judaico de Jerusalén (Esd. 1: 1-4). Aprovechándose de este decreto, un grupo comparativamente pequeño de exiliados, bajo la dirección de Zorobabel (o Sesbasar; ver com. Esd. 1: 8), descendiente de
David, regresaron a su patria y poco tiempo después pusieron los cimientos del segundo templo (Esd. 2: 64; 3: 1-10). Durante todo el tiempo de los reinados de Ciro y su sucesor, Cambises, los enemigos de los judíos trataron de conseguir un edicto real que detuviera esa obra (Esd. 4: 5). Sin embargo, el Señor se interpuso a favor de su pueblo (ver com. Dan. 10: 12-13), e impidió que esos enemigos tuvieran éxito. Así se mantuvo abierto el camino para que los repatriados prosiguieran con la reconstrucción de la casa del Señor.

Sin embargo, después de un principio tan halagüeño, el trabajo del segundo templo avanzó cada vez con mayor lentitud hasta que virtualmente cesó, debido principalmente a la oposición continuada y los obstáculos puestos por los samaritanos (Esd. 4: 1-5). Los repatriados se descorazonaron y empezaron a
cultivar sus propias tierras y a edificarse moradas. Los que lloraban cuando se pusieron los cimientos del segundo templo (ver com. Esd. 3: 12) no se dieron cuenta cuánto contribuía su ejemplo al desánimo de los que procuraban restaurar la casa de Dios.

Después de la muerte de Cambises, tuvo lugar el breve reinado del falso Esmerdis (en 522 a. C.), lo cual fue grandemente perjudicial para los repatriados. Evidentemente los vengativos samaritanos al fin consiguieron que ese rey -descrito por 1096 Darío como destructor de templos-, diera un decreto
para detener el trabajo en Jerusalén (PR 419-420). Todas estas cosas indujeron a los repatriados a declarar que no había llegado el debido tiempo para reconstruir el templo (ver com. Hag. 1: 2). Cuando el pueblo dejó de trabajar en la casa de Dios y dedicó su atención a sus propias casas y tierras, el Señor
lo castigó con una sequía , y lo hizo fracasar en todos sus planes. Durante más de un año fue descuidado completamente el templo. Mientras tanto, el falso Esmerdis fue muerto por Darío, quien ocupó el trono y anuló los decretos de Esmerdis.

El Señor llamó a su servicio a los profetas Hageo y Zacarías para hacer frente a esta deplorable situación de letargo espiritual. Sus mensajes de amonestación y reprensión, de exhortación y ánimo, llevaron al pueblo a la acción, hasta que finalmente el trabajo del templo fue reanudado en el 2º año
de Darío (Hag. 1: 14-15). Fue sólo después de que el pueblo realmente reanudó el trabajo del templo, confiando en la protección de Dios, cuando Darío, rey que procuraba emular a Ciro en muchas maneras, dictó otro decreto oficial para la reconstrucción del templo. Esto confirmó y fortaleció el decreto original
de Ciro (Esd. 5: 3 a 6: 13). Bajo el liderazgo inspirador de los profetas Hageo y Zacarías, de Zorobabel gobernador de los repatriados, y del sumosacerdote Josué (Esd. 5: 1-2; 6: 14), el pueblo prosiguió su trabajo con energía y celo y completó la construcción del templo en el 6º año de Darío (Esd. 6: 15). De modo que teniendo en cuenta los resultados inmediatos y evidentes, debe considerarse a Hageo como uno de los profetas de más éxito.

 


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