| Contrición | TEN PIEDAD DE MÍ, OH DIOS, CONFORME A TU MISERICORDIA…

Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas. Éxodo 22:1.

Joab cumple la orden, y Urías muere en combate. David deja pasar los días del luto y se casa con la mujer.

Pasa casi un año y el hombre de confianza de Jehová no le habla. Un día llega el profeta Natán, trayendo al rey un caso de abuso: Un rico ganadero recibió visitantes, pero en vez de agasajarlos con un cordero de sus rebaños, despojó a un hombre pobre de su única cordera, la cual cuidaba con ternura, e hizo banquete con ella (2 Sam. 12:1-4).

David se levanta y, enfurecido, cita la ley: “Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas”. David se excede. Quiere matar al infame: “Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos” (Éxo. 22:1; 2 Sam. 12:6).

Entonces Natán le dice pausadamente: “Tú eres aquel hombre. Así ha dicho -Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? —las palabras caen como pedradas—A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste» (2 Sam. 12:7-9).

El rey se derrumba sobre el trono, y dice con la vista perdida: “Pequé contra Jehová” (vers. 13). Natán procede a dictar la condena. “No se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo” (vers. 10).

El rey espera la sentencia: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Lev. 20:10). Entonces llega la gracia. El profeta le dice: “También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás” (2 Sam. 12:13).

Natán abandona la sala, y David pronuncia un poema desgarrador: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia: conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones” (Sal. 51:1).


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